El impacto y la afectación personal, social y material de la cárcel en las personas detenidas es indiscutible. Si bien esta realidad suele quedar oculta para la mayoría de la sociedad, la invisibilización del daño que genera en las familias, en especial en mujeres, niños, niñas y adolescentes, es aún más oculta.
Hoy en la Argentina hay más de 85 mil personas privadas de libertad y la tendencia va en aumento. Esto significa que medio millón de personas tienen un familiar directo preso o presa. El encarcelamiento es una situación traumática que genera transformaciones profundas en todos los niveles: a nivel subjetivo, familiar, social y económico. A estas situaciones se agrega las violencias contra las mujeres. Estas violencias son las que despliegan las instituciones del sistema penal y judicial, la de la cárcel, la de otras fuerzas de seguridad, las del poder judicial y también las que ejercen otras agencias estatales cuando no ofrecen respuestas que garanticen los derechos fundamentales de todas las personas afectadas. ACIFAD aborda la complejidad de la realidad trastocada por la cárcel y además lo hace considerando el impacto diferenciado en cada uno de los miembros de la familia: las mujeres, los niños, niñas y adolescentes, las personas privadas de libertad, la comunidad.
Las mujeres-familiares, son las “cuidadoras” y las que se quedan a cargo de los hogares. Se convierten en el único sostén, afectivo, económico y psicológico no sólo de la persona detenida sino del resto del grupo familiar. Esta situación está atravesada por el modelo patriarcal, en el cual la capacidad de cuidar de las mujeres es naturalizada, asociada a su capacidad reproductora. Sin embargo, este fue y sigue siendo un rol socialmente asignado, y no un producto de una predisposición natural de las mujeres.
En estos casos se suma el llevar adelante las exigencias que acarrea la experiencia carcelaria de su ser querido, culpas y estigmas. Son ellas quienes se enfrentan a los procedimientos y trámites legales, quienes se encargan de la provisión de alimentos, artículos de higiene, ropa, medicinas y demás cuidados necesarios para sostener a los detenidos. Esto, hace que tengan que maniobrar entre tareas domésticas, laborales, judiciales y penitenciarias. Además son ellas (parejas, hermanas, madres, abuelas) quienes concurren a las visitas, no sólo cuando se trata de la detención de un varón, sino cuando son también mujeres las que se encuentran detenidas.
En la circulación por los penales las mujeres-familiares quedan expuestas a humillación y degradación por parte del servicio penitenciario cuando son requisadas. Dadas las formas en las que son tratadas en las revisiones, se viola cualquier precepto, pacto o tratado nacional e internacional en materia de derechos humanos: desnudos completos, realización de flexiones, revisión de partes íntimas, de la boca, obligarlas a toser, hacer pis, etc. En ese ámbito, y aprovechándose del deseo de ver al ser querido se ejerce todo tipo de abusos, impartiendo temor y control a través de la vigilancia de los cuerpos de las mujeres-familiares, silenciando y naturalizando la violencia que la institución ejerce sobre ellas.
Por otro lado, muchas de estas mujeres sufrían violencia por parte de sus parejas antes del encarcelamiento. No obstante, la privación de libertad no frena ni impide que estas violencias sigan sucediendo. Por el contrario, se perpetúa a través del control telefónico, las amenazas y la manipulación.
En la esfera privada e íntima, la detención genera un gran cambio en la dinámica familiar. Ocuparse del grupo familiar en una situación de mayores niveles de vulnerabilidad – considerando que la mayoría de familias eran pobres antes de la detención – relega profundamente a la mujer. Cabe resaltar la necesidad de recobrar el derecho a cuidarse y seguir con sus vidas y afectos más allá de esta situación, buscando tiempo para cuidar de su salud física, emocional y mental.
Uno de los retos más complejos es hablar con los niños y niñas acerca de la situación de la persona detenida. Habitualmente se les inventan historias para justificar su alejamiento, diciendo que está trabajando lejos o que está de viaje. Por nuestra experiencia sabemos que los niños y niñas saben que algo sucede porque notan la ausencia, escuchan hablar por teléfono, perciben los cambios de ánimo, sienten la preocupación, ven preparar las cosas para la visita, reciben el comentario de algún vecino del barrio o van de visita al penal. Pero, por sobre todo notan el cambio en la dinámica familiar. Siempre es mejor que sepan lo que está pasando por la propia familia. Hay que tener presente que el silencio genera en su fantasía ideas más terribles de las que podemos contarles. Lo mejor para ellos es responderles con la verdad hasta donde ellos pregunten. Es importante que le demos tiempo a sus preguntas y darles la certeza de que la familia está atravesando por una situación compleja de la cual ellos no son responsables. Que los adultos se están ocupando y eso requiere tiempo y esfuerzo, pero ello/as pueden y deben continuar con sus actividades. Todas estas cuestiones deben contemplarse dentro de cada realidad familiar y desde allí pensar cada situación. La idea es que esto se realice de forma grupal y acompañando cada proceso.
Es indispensable promover espacios que permitan empoderar a las mujeres. Esto significa, abordar las diferentes formas de violencia para desnaturalizarse y posibilitar una salida a ellas; significa también recobrar el autoestima, salir de un lugar pasivo que suele estar habitado por sentimientos de culpa, sobrecarga o estigmatización. En este proceso se van generando también condiciones de posibilidad para el desarrollo personal en términos materiales y simbólicos.
En un contexto como el que mencionamos de vulnerabilidad social, inequidad y violencia hacia las mujeres, la fortaleza está dada y posibilitada por la organización colectiva: en momentos críticos se impone la necesidad de asociarse con otros y otras, y pensar-accionar sobre lo que las afecta.
Este es el trabajo que viene realizando ACIFAD desde hace 10 años. El colectivo de familiares contribuye a pensar/entender de forma conjunta un problema: la detención de un ser querido y sus consecuencias en términos de padecimiento colectivo. El encarcelamiento es un problema social que las familias suelen vivir como individual.
Este tipo de organización posibilita:
Así, desde el Programa Unir se busca apoyar a ACIFAD en “la conformación de un grupo de mujeres-familiares para el empoderamiento subjetivo que les permita afrontar con mayores herramientas las situaciones de sobrevulneración por las que atraviesan a partir de la detención de un ser querido”.
Se buscará:
Si querés ponerte en contacto con el proyecto, comunicate con:
Asociación Civil de Familiares de Detenidos (ACIFAD)
Página web: http://www.acifad.org/
Directora Ejecutiva: Andrea Casamento
Dirección: Roseti 579. CABA
Teléfono: 15 2827 9761
E-mail: familiaresdedetenidos@gmail.com
Nombre del proyecto: Hay que tener coraje para ser mariposa
Ubicación del proyecto: Ciudad Autónoma de Buenos Aires